Estar en la barra del Bar High Five en Tokio y mirar alrededor para disfrutar del silencio de la luz tenue que proyectan las lámparas del techo. Al fondo, el bartender Hidetsugu Ueno siempre concentrado en una de sus pasiones: Esculpir el hielo.
Sobre la mesa hay un bloque de hielo que parece provenir de la era glaciar. Es duro y compacto y emite una luz azulada. Al bartender le gusta que le miren y le fotografíen mientras esculpe. Las paredes del bar son testigos de los flashes. Hay recortes de periódicos que lo retratan de gira por el mundo para conseguir el premio al mejor cóctel. Es el gurú de la mixología en Japón.
Hidetsugu extrae un trozo del bloque, comienza a esculpirlo con delicadeza y le va dando forma mientras los clientes observan ensimismados todo el proceso. No se sabe el resultado de la talla, lo único cierto es que acabará derritiéndose dentro de un combinado.
La espera merece la pena. Mientras el personal va sirviendo aperitivos sorpresa especialmente elegidos para cada comensal, todos miramos nuestra copa y por fin descubrimos el tesoro escondido en cada una de ellas: Un diamante de hielo.
El siguiente misterio es la elección del cóctel donde han introducido la piedra preciosa. ¿Han acertado?
En el High Five parecen poseer el don de la adivinación. Podrían haber escogido su combinado estrella: La Dama Negra, engalanada con ginebra, licor de naranja y zumo de limón. Sin embargo, quizás la gélida transparencia del diamante se haya asociado con la brillantez y pureza de una bebida con un reconocidísimo prestigio mundial: El GinTonic.
Y aquí acaba el ritual de un bartender. Y aquí comienza el del cliente, disfrutando de su momento GinTonic mientras ve pasar los trenes. Cada experiencia tiene su momento. ¿Cuál es el tuyo?